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Terremoto de San Juan | El escalofriante relato de uno de los más grandes escritores argentinos

Antonio Di Benedetto trabajaba para un diario mendocino y fue enviado a cubrir el desastre del que hoy se cumplen ochenta años. Sus notas fueron reflejo de una ciudad devastada y repleta de muerte.

El sábado 15 de enero de 1944, a las 20.52, un terremoto de 7,4 en la escala de Richter destruyó casi por completo la ciudad de San Juan, matando a unas quince mil personas. Se trata de una de las catástrofes más grandes de la historia argentina. Hoy se cumplen ochenta años.

Tras el desastre, un joven cronista de apenas 22 años fue enviado por el diario mendocino La Libertad a cubrir la tragedia en el lugar de los hechos. El periodista era Antonio Di Benedetto, uno de los escritores más importantes de la literatura nacional, autor de libros como Zama, El silenciero, entre otros.

Di Benedetto vio la ciudad destruida y los cadáveres amontonándose. Escuchó histórias trágicas e increíbles. Olió la muerte y la desolación y logró trasladarlas al papel. Sus notas son un registro intenso y vívido de las consecuencias del terremoto.

En 2016, las notas que Di Benedetto escribió en San Juan en plena tragedia fueron publicadas en el libro Escritos periodísticos 1943-1986, un trabajo publicado por Adriana Hidalgo Editora que recopila buena parte de la obra de prensa del autor mendocino. Artículos varios del escritor que llegó a ser subdirector del diario Los Andes hasta que fue secuestrado por la dictadura en 1976.

A continuación, publicamos uno de esos textos escritos en caliente en plena búsqueda de cuerpos y retiro de escombros.

Las confiterías céntricas fueron sepulcro de muchos sanjuaninos

Por Antonio Di Benedetto
Diario La Libertad, 17 de enero de 1944

El cronista ha visto en esta rápida visita a la ciudad devastada todo un mundo de desgracias y calamidades, con el espíritu encogido ante la magnitud del drama que sufre la población de esta capital. Y ha tratado de ir captando impresiones que den una idea más o menos exacta de la catástrofe. En pleno centro, en lugares de reunión tan propicios para la hora en que ocurrió el sismo -las 20:52- como son las confiterías y los bares, ha escuchado escalofriantes relatos sobre la cantidad de personas que podían haber quedado bajo los escombros de los edificios. Y no eran muy exagerados cuando el que escribe pudo observar en la mañana de hoy que un piquete de bomberos extraía de la Confitería del Aguila alrededor de un medio centenar de cadáveres -muchos- que eran trasladados inmediatamente a las morgues improvisadas. Testigos aseguraban que a esa hora ese lugar estaba repleto de público. Y que muy pocos lograron escapar con vida. Otro cuenta que un parroquiano logró salvarse por haber pasado al cuarto de baño, siendo -según propia confesión- el único sobreviviente. En una peluquería cercana, también muy concurrida -por ser sábado- sólo se salvó uno que en ese momento era afeitado y no atinó a levantarse del sillón en que estaba ubicado. Los demás, hasta el propio peluquero, por salir corriendo hacia la calle sufrieron las consecuencias de la caída de la pared del frente. Los cadáveres extraídos parecían conservar los ademanes de defensa instintiva: unos tenían la manos sobre la cabeza otros estaban en forma de esguince, otros encogidos como si se hubieran acurrucado en el momento en que la mampostería se derrumbaba.

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