sábado 29 de junio de 2024
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Manuel Belgrano: intelectual, masón, general, creador de la bandera, héroe de la Batalla de Salta

Enarboló la bandera el 27 de febrero de 1812 pero se eligió el día de la muerte para homenajearla. Tras una vida intensa al servicio de la independencia, Belgrano moría hace 204 años pobre e ignorado por el Estado que ayudó a forjar.

Había nacido el 3 de junio de 1770 y fue miembro del ala extrema de la Revolución. Las crónicas lo describen rubio como su primo Juan José Castelli aunque a diferencia del “orador de la revolución”, se dice que Belgrano era un hombre pudoroso que se exaltaba fácil. Fue clave para tramar conspiraciones que posibilitaran el avance del proceso emancipador, aunque su naturaleza era más bien la del intelectual que se convirtió en guerrero. Su victoria cumbre la protagonizo en la batalla de Salta.

El 20 de febrero de 1813 nuestra ciudad fue escenario de ese triunfo al que Bartolomé Mitre calificó como el mayor logro militar de las armas nacionales en toda su historia. Por ello los trofeos de esa batalla fueron recibidos en Buenos Aires en marzo de ese año en medio de una euforia popular que impulsó a que la Asamblea del año XIII recompensara al héroe con un sable con guarnición de oro y 40000 pesos que Belgrano destinó para la construcción de cuatro escuelas que nunca vio edificar ni funcionar.

El triunfo militar que fue fruto de su creatividad. El jefe español, Pío Tristán, esperó al ejército revolucionario en el Portezuelo seguro de que la estrechez del ingreso a la ciudad permitiría resguardar mejor la misma. Enterado, Belgrano siguió los consejos de un salteño e ingresó al Valle por la Quebrada de Chachapoyas; a ello siguió el acampe en Finca de Castañares para un día después protagonizar la batalla que culminó con los realistas sitiados en las inmediaciones de la actual Plaza 9 de Julio.

Concluía así el impulso revolucionario que después de perder terreno hasta Tucumán, recuperó esa provincia, la nuestra y Jujuy, aunque Belgrano no se libró de las quejas: le reprocharon su blandura ante el enemigo por aceptar la demanda realista de una claudicación honrosa; que la retirada de los vencidos se acompañara con honores y que 2776 prisioneros recuperaran la libertad tras prometer no tomar nuevamente las armas. Según sus detractores, la decisión del creador de la bandera volvió inútiles las ventajas que la victoria militar había otorgado. El prócer argumentó que sus decisiones eran de corte político. Confiaba – a diferencia de Mariano Moreno que ya había sido asesinado – en que los “liberados” difundieran las virtudes militares y morales de los revolucionarios.

Al razonamiento político lo acompaño de otro filosófico. Belgrano las explicitó en una carta que dirigió a Feliciano Chiclana el 1° de marzo de 1813. Allí resaltaba que “siempre se divierten los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores de los infelices heridos”. Dejaba claro que la guerra en medio de la locura posee un lado bueno: el sufrimiento, el dolor, las privaciones y la muerte casi siempre impulsan a los que la protagonizan a tratar de terminarla.

A más de dos siglos de aquellos hechos, otras explicaciones se sumaron a las explicitadas por Manuel Belgrano. En una nota publicada hace unos años por Daniel Santa Cruz en el diario LA NACIÓN, se recuerda que la masonería también puede explicar la conducta de Belgrano. “Es conocida la amistad entre Manuel Belgrano y el general español Pío Tristán, forjada en la Universidad de Salamanca donde ambos estudiaron derecho a fines del siglo 18. Con el tiempo, ya como altos mandos militares, la guerra emancipadora los llevó a enfrentarse en las batallas de Tucumán y Salta, cuando Belgrano conducía el Ejército del Norte, con victorias de los criollos. Belgrano parlamentó y pidió a Tristán que prometiera no volver a alzarse en armas contra su ejército y, en lugar de fusilar a los derrotados, los liberó en Alto Perú”, recuerda el autor.

“La historia dice que parte de los prisioneros españoles liberados volvieron del Alto Perú y derrotaron a Manuel Belgrano en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, pero sin Pío Tristán, quien cumplió el juramento ante su amigo de no volver a atacar al ejército patriota. Ambos habían ingresado a la masonería juntos en sus épocas de estudiantes y debían cumplir el principio de respetar la palabra dada”, concluye.

Las polémicas historiográficas continuaran. Pero lo cierto es que en el caso del prócer nacional y como suele ocurrir en estos casos, los de afuera entendieron mejor que los de adentro la naturaleza de Belgrano. El novelista paraguayo Augusto Roa Bastos escribió sobre él lo que tal vez sea el mejor homenaje al argentino: “Alma transparente la de este hombre ignorante de la maldad (…) hombre de paz condenado a ser distinto de lo que él era en la profundidad de su ser (…) Santo vivo con uniforme de general”.

 

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